“Los artistas del fin agitado de este siglo son una especie de mandarines. Sus obras de arte no son hechas para ser estudiadas por la multitud y apreciadas por ella, sino para un círculo cada día más restringido de iniciados, de sacerdotes, de oficiantes” José Asunción Silva (1984).
En 1981 Gabriel García Márquez nos contó en una de sus columnas, cómo fue el emocionante momento que vivió en París cuando vio por primera y única vez a Ernest Hemingway caminando entre la muchedumbre. Dejándose llevar por la emoción y el desparpajo, atinó a gritarle de una acera a la otra: “¡Maeeeestro!”. Hemingway levantó la mano y le respondió: “¡Adiós amigo!”*.
Así nos pasa a muchos cuando conocemos personalmente a Ricardo Silva Romero (y no exagero cuando digo “muchos”). A algunos nos fue conquistando con sus columnas en El Tiempo. Cada viernes sagradamente lo leemos, nos identificamos y sentimos que escribió lo que pensábamos, pero con las palabras precisas.
Personalmente he tenido la oportunidad de leer también sus columnas en El País, prólogos para libros de sus colegas, reseñas de cine y algunos de sus maravillosos libros. Todos con un lenguaje elaborado, armónico, profundo y al mismo tiempo: sencillo.
La primera vez que lo vi fue en el lanzamiento del libro “Érase una vez en Colombia”. El lugar estaba abarrotado, pero logré ubicarme en las escaleras y escuchar parte de la lectura. El corazón se me salía de la emoción de ver a pocos metros al escritor que había leído durante años. Recuerdo que pensé: “lo imaginaba más alto”. Pero también: “el tono de su voz es tal y como lo había imaginado”. ¡Por fin había pasado de retwitearlo a verlo! Quería que me firmara el libro, quería foto, quería abrazo y beso. Quería el combo completo.
Y él estaba allí con su calidez y su sonrisa cuando la fila me dejó llegar. No solo obtuve mi beso y mi abrazo, sino una dedicatoria personalizada como lo hace cariñosamente con todos sus lectores (A diferencia de Gabo, no ha sido mi única vez).
Estoy segura de que muchos lectores de Ricardo Silva han vivido situaciones similares: ¿cuántos de nuestros escritores favoritos nos han respondido alguna vez? Y sobre todo ¿cuántas veces de forma agradecida, paciente y comprensiva?
Silva es una pluma que conoce la trascendencia de sus palabras y la influencia que tiene. Pero ante todo, es un autor que sabe corresponder con auténtica alegría al cariño que le profesamos. Responde con el mismo entusiasmo al halago de un periodista, escritor o político, a la entrevista de unas intrépidas universitarias o a las preguntas tímidas de unas estudiantes colegialas. Por eso él es mi escritor personal, el que no escribe para un círculo de intelectuales, sino para nosotros: «los de a pie».
Por: Hope Fonts
Nota: ¿Cuánto les apuesto que cuando Ricardo Silva me lea, va a responder que estoy siendo “demasiado generosa con él”?
Escritos del mismo autor: Viaje a la nada, De que las hay, las hay, FARC sin la A, un nuevo paso, El secreto de José Asunción, Un café para el alma, Ella. Sala de espera,una reseña. Carta abierta a Álvaro Uribe Vélez, Extraordinaria desnudez. A mis hermanos.