Todo empezó aquella tarde, caminamos acompañándonos comentando nuestros días, nuestras vivencias, aquellos sinsabores, nuestras alegrías, siempre justificando algún tema que nos permitiera romper el hielo. Y así fueron pasando los días, buscando fortalecer esta nueva rutina que el fondo nos decía somos muy afines, tenemos muchos puntos en común. El pasado nos ha decepcionado, estamos solos, necesitamos un nuevo reto algo que nos permita generar expectativas, un ideal por el cual luchar. Así fue como esta nueva rutina nos permitió cada uno en su realidad, soñar con el complemento ideal a nuestra existencia, el mañana es incierto, cuán difícil es agradar al otro, nunca se está satisfecho.
Finalmente el destino nos permitió notar nuestras afinidades y con ímpetu quisimos juntar nuestras almas y ser uno solo, como locos adolescentes escribimos una nueva página en nuestras vidas, por un momento olvidamos nuestros defectos y egoísmos. Sin embargo muy pronto nos alcanzaron y empezaron a aflorar aquellos defectos que el manto de lo novedoso no nos permitió vislumbrar oportunamente, y así fueron pasando las horas, los días, los meses, haciéndose cada día más evidente nuestro inconformismo; y así, apelando a la experiencia de los años quisimos negociar, revisar y permitir nuevas actitudes como un gran conciliador, pero nada fue suficiente… un día te despertaste y te sentiste atrapada, y buscaste algún tipo de distracción disuasiva, una disculpa y entonces dijiste: “no eres tú, soy yo, debemos darnos un tiempo”; eres la encarnación de la sutileza y la embajadora de la diplomacia; y te vi, y dije sabiendo que la retórica y excusas e incluso las justificaciones no llevan a nada cuando alguien cree ser el portador de la verdad: ¡está bien!, y así paso el tiempo, tiempo caprichoso y lleno de contradicciones.
Finalmente, como es bien sabido, ese “démonos un tiempo”, es más un hasta luego, un, que la vida te lleve por nuevos horizontes y te permita ver otros mundos otras personas, con sus alegrías y dificultades, un nuevo conocer. Y es que a pesar de todas estas maravillas no es fácil, siempre nos quedan cicatrices y recuerdos en nuestro ser; y a pesar del tiempo y la distancia y nuestras nuevas expectativas, siempre nos pensamos, no nos olvidamos.
Lo cierto es que en un momento te ofrecí estar a tu lado, compartir nuestras desdichas, triunfos y expectativas de un mañana, esto para ti era poco, tus expectativas eran más altas, y entonces me dije, está bien, no puedo ofrecerte más es lo que hay. Y así fue pasando el tiempo, y cada uno en sus mundos separados comenzó a vivir su realidad, adaptándose a su libertad. Hoy me extraño y pienso nada tiene sentido, cuando me escribes y me dices: “menos mal que dices que soy especial…se nota, porque si no te escribo no recibo nada de ti”, quien te entiende, se te olvida que fuiste tú quien pidió nos diéramos un respiro para evaluar nuestra relación “no eres tú, soy yo”.
Por: Karl Albon