Sí, todavía sigo en la modistería

Sí, todavía sigo en la modistería

Un tío, cualquier día hace años, me dijo que ser comunicadora era hacer modistería. Cuando empecé a estudiar él me veía y con risa burlona me preguntaba: ¿todavía sigue en la modistería? Yo siempre le respondía que sí. Le restaba importancia y pensaba que no me interesaba que trivializara lo que yo hacía. Los oficios lo llaman a uno como el flautista de Hamelin y uno los sigue hipnotizado como las ratas de la historia.

Los años han pasado. Ya pasé el grado, aprendí, desaprendí y sigo en la misma tarea de tomar, dejar y atesorar. La última vez que vi a mi tío me hizo la misma pregunta con el mismo tono burlón de siempre. Yo, aparte de contestarle que vivo de la modistería (contra todos sus pronósticos), reflexioné sobre por qué él se refería a la modistería como sinónimo de trivial, cuando ese oficio de trivial poco.

Las modistas y los modistos (porque muchos son hombres) ejercen una práctica de exigencia, creatividad, dedicación y diseño. ¿Quién dijo que confeccionar era fácil? cada puntada requiere técnica y experiencia que empieza en lo privado y termina en lo público; algo en lo que de alguna manera coincide con la profesión que ejerzo.

En algún momento de la historia las actividades de la confección y el tejido se usaron como herramienta de abstracción, para que las mujeres estuvieran al margen de la intelectualidad, el poder y el conocimiento. Estas herramientas son precisamente las que las mujeres hemos usado para levantar la voz y exigir derechos. Una muestra de ello es el Movimiento de Arte Feminista creado a finales de la década de 1960 o el movimiento de The Feminist Art History Collective en el que las mujeres cosían consignas en pedazos de tela para lograr la equidad.

Hoy, coser, como escribir, hacer música o actuar, es un acto subversivo, de búsqueda, de transformación y también de resistencia para la lucha de los derechos de las mujeres y de todas las personas que por alguna suerte de peripecia histórica, están en desventaja frente a otros grupos sociales.

Por eso ahora, cuando mi tío me pregunte si sigo en la modistería, no solo le diré que sí; agregaré que me falta mucho para ser una buena comunicadora, y todo para ser una modista, porque la riqueza que se ha construido en torno a la confección, incluso en torno a lo femenino, no se interioriza de la noche a la mañana.

Por: Hope Fonts

Escritos del mismo autor:  Viaje a la nada, De que las hay, las hay, FARC sin la A, un nuevo paso, El secreto de José Asunción, Un café para el alma, Ella. Sala de espera,una reseña. Carta abierta a Álvaro Uribe Vélez, Extraordinaria desnudez. A mis hermanos. Mi Ricardo Silva personal. Esperanza. El Secreto de las mujeres hogareñas. Internet, nuestra propia burbuja personalLos tiempos de los chupamediasUn homenaje a mi «agüelita». El lenguaje no sexista, un manifiesto. El dolor, una visión cerebral, La Política del entretenimiento.

Un comentario en «0»

Los comentarios están cerrados

política Entrada anterior La política del entretenimiento
Entrada siguiente Los diálogos de Borges y Sábato, un bonito verano porteño